Buenos Días, Señor Dios*
Padre mío, ahora que las voces empiezan
y los clamores se encienden, aquí al pie de la cama
mi alma se eleva hasta Ti, para decirte:
Creo en Ti, espero en Ti, te amo con todas
mis fuerzas, Gloria a Ti, Señor.
Deposito en tus manos, la fatiga y la lucha,
las alegrías y desencantos de este día
que comienza.
Si los nervios me traicionan, si los impulsos
egoístas me dominan, si doy entrada al rencor
o a la tristeza, ¡Perdón, Señor!. Ten piedad de mí.
Si soy infiel, si pronuncio palabras vanas,
si me dejo llevar por la impaciencia.
Si soy espina para alguien ¡Perdón, Señor!.
No quiero este día entregarme al trajín del día,
sin sentir sobre mi alma la seguridad de tu misericordia,
tu dulce misericordia, enteramente gratuita, Señor.
Te doy gracias, Padre mío, porque serás la sombra
fresca que me cobije durante todo este día.
Te doy gracias porque, invisible, cariñoso, envolvente,
sé que me cuidarás a lo largo de estas horas.
Señor, a mi alrededor ya todo es ruido y alarmas.
Envía el ángel de la paz a mi trabajo y a mi hogar.
Relaja mis nervios, sosiega mi espíritu,
suelta mis tensiones, inunda mi ser de serenidad.
Acompáñame, Padre querido,
mientras me entrego a mis tareas del día,
siempre confiado en ti, como un niño
que está feliz entre tus brazos.
En tu nombre Señor,
estaré tranquilo.