Padre bueno y bondadoso al caer la noche quiero hablarte. Mi mayor alegría es poder sentirte a mi lado cada día a esta hora porque es cuando, en el silencio de mi habitación, te busco y puedo hablar contigo.
Te doy gracias, querido Padre del cielo, por las muchas veces que me permites experimentar que no debo perder las esperanzas en la oscuridad, en la debilidad o en la enfermedad.
En cada una de esas situaciones debo reconocerte que te acercas a mí con una caricia llena de ternura aunque a veces lo sienta como un golpe que viene de repente como los azotes que sentiste Tú en la espalda.
Tú escuchas los deseos de mi corazón y serás siempre mi refugio.
Ampárame y defiéndeme. Conmuéveme con la fuerza de Tu amor para que tu luz brille en mi alma.
Quiero junto al salmista, repetirte: "Por qué voy a desanimarme? ¿Por qué voy a estar preocupado? Mi esperanza he puesto en Dios, a quien todavía seguiré alabando. ¡Él es mi Dios y Salvador!".
Dale a mi alma la paz y la tranquilidad de saberme cuidado por mi Padre, el que se preocupa por mí y cada uno de mis asuntos y que no deja que mis pies tropiecen porque siempre me lleva de la mano.
Gracias mi Jesús de Nazareth. Bendito y alabado seas.
Amén.
Fuente: P. Alexis Gutiérrez
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