Ángel Santo, amado de Dios,
que después de haberme tomado,
por disposición divina,
bajo tu bienaventurada guarda,
jamás cesas de defenderme,
de iluminarme y de dirigirme:
yo te venero como a protector,
te amo como a custodio;
me someto a tu dirección
y me entrego todo a ti,
para ser gobernado por ti.
Te ruego, por lo tanto,
y por amor a Jesucristo te suplico,
que cuando sea ingrato para ti
y obstinadamente sordo a tus inspiraciones,
no quieras, a pesar de ésto, abandonarme;
antes al contrario,
ponme pronto en el recto camino,
si me he desviado de él;
enséñame, si soy ignorante;
levántame, si he caído;
sosténme, si estoy en peligro
y condúceme al cielo para poseer en él
una felicidad eterna.
Amén.
Autor: San Juan Berchmans
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