Señor, yo creo,
yo quiero creer en Ti.
Señor, haz que mi fe sea pura, sin reservas,
y que penetre en mi pensamiento,
en mi modo de juzgar las cosas divinas
y las cosas humanas.
Señor, haz que mi fe sea libre, es decir,
que cuente con la aportación personal de mi opción,
que acepte las renuncias y los riesgos que comporta
y que exprese el culmen decisivo de mi personalidad:
creo en Ti, Señor.
Señor, haz que mi fe sea cierta:
cierta por una congruencia exterior de pruebas
y por un testimonio interior del Espíritu Santo,
cierta por su luz confortadora,
por su conclusión pacificadora,
por su connaturalidad sosegante.
Señor, haz que mi fe sea fuerte,
que no tema las contrariedades
de los múltiples problemas
que llena nuestra vida crepuscular,
que no tema las adversidades de quien la discute,
la impugna, la rechaza, la niega,
sino que se robustezca
en la prueba íntima de tu Verdad,
se entrene en el roce de la crítica,
se corrobore en la afirmación contínua
superando las dificultades dialécticas y espirituales
entre las cuales se desenvuelve
nuestra existencia temporal.
Señor, haz que mi fe sea gozosa
y dé paz y alegría a mi espíritu,
y lo capacite para la oración con Dios
y para la conversación con los hombres,
de manera que irradie
en el coloquio sagrado y profano
la bienaventuranza original
de su afortunada posesión.
Señor, haz que mi fe sea activa
y dé a la caridad las razones de su expansión moral
de modo que sea verdadera amistad contigo
y sea tuya en las obras, en los sufrimientos,
en la espera de la revelación final,
que sea una contínua búsqueda, un testimonio contínuo,
una continua esperanza.
Señor, haz que mi fe sea humilde
y no presuma de fundarse sobre la experiencia
de mi pensamiento y de mi sentimiento,
sino que se rinda al testimonio del Espíritu Santo,
y no tenga otra garantía mejor que la docilidad
a la autoridad del Magisterio de la Santa Iglesia.
Amén.
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